Wall Street: el casero del mundo

AutorPere Rusinol

Tiffany, de 36 años, malvive en la calle con su esposo desde que el año pasado se quedaron sin trabajo y no pudieron afrontar su hipoteca. Malia, que ronda los 70 años, muestra la vivienda que acaba de estrenar, de su propiedad y financiada en 95% por el Estado: "¡Nunca imaginé vivir en una casa con bañera!", afirma mientras la señala. Es la gran diferencia entre vivir en la gran potencia económica mundial y en un país que hasta hace poco se consideraba del Tercer Mundo. Pero ojo: Tiffany duerme entre cartones en la avenida Broad-way, en Nueva York, el centro económico del mundo. Y Malia estrena casa en Ta-boao da Serra, en el área metropolitana de Sao Paulo (Brasil), por la que paga sólo 45 reales al mes (10 euros).

Tiffany y Malia simbolizan bien las dos respuestas en las antípodas ante la crisis mundial que arrancó en Estados Unidos en 2007, precisamente por el estallido de las subprime, las hipotecas concedidas a ciudadanos pobres sin posibilidades reales de devolverlas y convertidas en "activos financieros" que, empaquetadas en bonos, contagiaron el mundo. Estados Unidos gastó 614 mil millones de dólares para parar el golpe, pero dejó la recuperación del mercado inmobiliario completamente en manos de Wall Street y sus fondos, muchos de los cuales paradójicamente habían impulsado las prácticas que llevaron al crash.

En Brasil, en cambio, se respondió con la implicación pública también para el acceso a la vivienda con el programa Mi Casa, Mi Vida, donde el Estado aporta hasta 95% de la financiación para los hogares con ingresos por debajo de mil 600 reales al mes (362 euros).

La diferencia social está a la vista: desde el inicio de la crisis, en Estados Unidos se contabilizan 12 millones de desahucios y los homeless ("sin techo") superan los 3.2 millones. Sólo en Nueva York, capital mundial de los fondos inmobiliarios, hay 60 mil homeless, la mayor cifra desde la Gran Depresión de 1929, y el problema es tan agudo que forma parte del paisaje de la prensa -The New York Times entrevistó y retrató docenas de casos, incluido el de Tiffany- y hasta de la cartelera, con Richard Gere en el papel de homeless en la recién estrenada Time out ofmind. Hace 40 años que no se construye vivienda pública y las listas de espera son ya de 10 años.

Por su parte, Brasil sigue siendo uno de los países con más homeless, pero hasta los más críticos con Mi Casa, Mi Vida -Guillher-me Boulos, portavoz del Movimiento de Trabajadores Sin Techo (MTST), recalca que "los que más han ganado son las grandes constructoras"- admiten la importancia de lo conseguido: desde 2009 han subido mucho los precios, pero este programa ha entregado 2.7 millones de viviendas de 45 a 60 metros cuadrados a familias pobres, que afrontan sólo entre 5% y 10% del costo.

El de Malia forma parte de un complejo de 400 viviendas con zonas comunitarias, como juegos para niños, construido en coordinación con el MTST. En el recibidor destaca un cartelito: "Esta casa se ha conquistado con lucha".

La paradoja es que en este pulso mundial por la vivienda tras la crisis global -¿es un "activo financiero" o un lugar para vivir al que todos deberían tener derecho?- parece claro que se está decantando a...

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