De la Zeta a la A

AutorFabrizio Mejía Madrid

Con el año dedicado por el gobierno de López Obrador a Zapata, es bueno revisar lo que dicen las nuevas perspectivas sobre ese movimiento. Samuel Brunk, desde la Universidad de Nuevo México, ha escrito casi lo contrario de lo que hizo Womack: "El zapatismo no era anticapitalista ni antiprogreso. Zapata era un ranchero con movilidad social que creía en la propiedad y la iniciativa privadas. Buscaba simplemente que el progreso incluyera a todos los mexicanos, no sólo a los privilegiados". Brunk documenta cómo la dirigencia zapatista no sólo estaba alfabetizada -Zapata escribía cartas, dedicaba fotografías con elocuencia y soltura- sino que se rodeó de lo que llama "los chicos de la ciudad"; es decir, un grupo de profesionistas que venían de carreras universitarias en Puebla y la Ciudad de México. Zapata los usó justo para no ser el que retrata Womack: para el trato diplomático con los demás grupos revolucionarios. Brunk tampoco comparte la idea de que el zapatismo sea de comunidades aisladas y documenta no sólo la cercanía de Morelos, Guerrero, Puebla y el Estado de México con la capital, sino cómo la propia industria azucarera los vinculaba a los circuitos comerciales urbanos.

La escritura es fundamental para este grupo de revolucionarios. Desde la redacción del Plan de Ayala, como un manifiesto que desmiente que sean bandoleros, las ideas ahí contenidas no son de gente que se niega a cambiar sino todo lo contrario: propone una reforma agraria, un régimen parlamentario -ya en la Convención de Aguascalientes- que le ponga límites al presidente, y que sean los civiles y no los generales los que gobiernen el nuevo país. En sus libros sobre el zapatismo, Felipe Ávila aborda el prestigio que las ideas tienen para los campesinos en armas. Lo hace a través de dos figuras, el compadre Otilio Montaño y el arribista Manuel Pala-fox. Montaño, quien era maestro rural, redactó lo que él y Emiliano habían repetido en cuanta plaza pública, hacienda azucarera y escuela visitaron. El Plan de Ayala era el resumen. Hasta que pudo, fue el negociador con Madero. Palafox, un desertor de la carrera de ingeniero y que conocía el país porque era vendedor de puerta en puerta, se hizo el consejero de Zapata y lo radicalizó hasta el aislamiento.

Los zapatistas evaluaban así a los "chicos de la ciudad": los que no eran "catrines" ni "científicos" -la mafia ilustrada en torno a Porfirio Díaz- y se mostraban leales al Plan de Ayala como manto ideológico, se convertían en...

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