Zona submetropolitana / Los encapuchados

En muchas ocasiones he sostenido que el principal delito por el que se detiene a los jóvenes, principalmente a los pobres, es por un delito que no está escrito en ninguna Ley ni Código Penal que es la "Portación de Cara".

O sea, parecer sospechoso.

Parecer sospechoso es suficiente para que sean detenidos ilegalmente y proceder a extorsionarlos, como es y ha sido la costumbre de nuestras diferentes policías, a todo lo largo y ancho de nuestro México lindo y querido.

De alguna forma (que he construido de manera natural por mi trato estrecho con ellos), siempre he tratado de ponerme de su lado, como víctimas, como detenidos, como extorsionados, engañados y siempre abusados.

He pensado que es necesario apoyar a esos jóvenes (que son muchos) y que, regularmente, son "carne de cañón" de los más diversos y sucios intereses políticos, económicos o hasta criminales, que los hacen actuar, algunas veces, más impulsados por una lógica de participación y ánimo de celebración colectiva, que por una verdadera reflexión ideológica que refleje una profunda conciencia de cualquier tipo.

O sea, a muchos de esos chavos los manipulan y, muchas veces, esos jóvenes ni siquiera se dan cuenta de ello.

Cuando hace 15 días fue ocupada la UNAM por un grupo de encolerizados encapuchados que tomaron la torre de Rectoría, quise entender sus demandas, sus "pliegos petitorios", sus exigencias y me pareció que no había ninguna que no pudiera resolverse dialogando.

Luego entonces: ¿porqué los disfraces de vándalos?, ¿porqué romper vidrios, quemar mobiliario y agredir así a una institución educativa?, ¿para qué las capuchas?, ¿para qué esconder una identidad que debería, por el contrario, estar dando la cara si fuera legítima o tuviera objetivos reales?

¿Quiénes están atrás de esto?... NPI.

EL PODER DEL DIÁLOGO

Si algo ha caracterizado a las autoridades de la UNAM, después del 2 de octubre de 1968 y de la matanza de estudiantes en Tlatelolco de la que se enorgullecía el paranoico presidente Gustavo Díaz Ordaz, es la apertura a establecer un diálogo participativo e incluyente.

Claro, está la huelga del CEU (Consejo Estudiantil Universitario) de 1986, o la del CGH (Consejo General de Huelga) de 1999, y otras que al final se resolvieron de una misma forma: dialogando.

No es momento de hablar del destino histórico de algunos de sus líderes, ni de su asimilación a partidos políticos, gobiernos o proyectos que (incluso) acabaron por exhibirlos y eliminarlos de la escena pública.

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